Ilustres representantes de las Iglesias y Comunidades cristianas
y de las grandes religiones mundiales,
les envío mi más sincero saludo al tiempo que manifiesto mi proximidad espiritual al Encuentro Internacional por la Paz que la Comunidad de Sant'Egidio ha organizado en Tirana.
Estos encuentros siguen el surco que abrió san Juan Pablo II con el primer e histórico Encuentro de Asís en octubre de 1986. Desde entonces se ha desarrollado una peregrinación de hombres y mujeres de distintas religiones que, de año en año, ha ido cumpliendo etapas en distintas ciudades del mundo. Mientras cambian los escenarios de la historia y los pueblos están llamados a confrontarse con transformaciones profundas y a veces dramáticas, se ve cada vez más la necesidad de que los seguidores de religiones diferentes se encuentren, dialoguen, caminen juntos y colaboren por la paz, en aquel "espíritu de Asís" que alude al luminoso testimonio de san Francisco.
Este año han decidido hacer una etapa en Tirana, capital de un país que se ha erigido en símbolo de la convivencia pacífica entre las religiones, tras una larga historia de sufrimiento. Es una decisión que comparto, como manifesté con la visita que hice a Tirana en septiembre del año pasado. Quise elegir Albania como el primero de los países europeos que visité precisamente para alentar el camino de convivencia pacífica tras las trágicas persecuciones que sufrieron los creyentes albaneses el siglo pasado. La larga lista de mártires todavía habla hoy de aquel período oscuro, pero habla también de la fuerza de la fe que no se deja doblegar por la prepotencia del mal. La decisión de excluir a Dios de la vida de un pueblo no ha sido tan fuerte en ningún otro país del mundo: el mero hecho de tener un signo religioso bastaba para ser castigado con la cárcel o incluso con la muerte. Esa triste primacía marcó profundamente al pueblo albanés hasta el momento de recuperar la libertad, cuando los miembros de las distintas comunidades religiosas, que habían experimentado un sufrimiento común, volvieron a convivir en paz.
Por eso, queridos amigos, les agradezco especialmente que hayan elegido Albania. Querría reafirmar junto a ustedes lo que dije el año pasado en Tirana: "Lo que sucede en Albania demuestra en cambio que la convivencia pacífica y fructífera entre personas y comunidades que pertenecen a religiones distintas no solo es deseable, sino posible y realizable de modo concreto" (Encuentro con las autoridades, 21 de septiembre de 2014). Eso es el Espíritu de Asís: vivir juntos en paz, recordando que la paz y la convivencia tienen una base religiosa. ¡La oración siempre es la base de la paz!
Y precisamente porque se basa en Dios, "la paz siempre es posible", como reza el título de su Encuentro de este año. Es necesario reafirmar esas verdades sobre todo hoy, cuando en algunas partes del mundo parecen prevalecer la violencia, las persecuciones y los abusos contra la libertad religiosa, junto a la resignación ante los conflictos que asolan el mundo. ¡Nunca debemos resignarnos a la guerra! Y tampoco podemos ser indiferentes ante quien sufre por la guerra y la violencia. Por eso elegí como tema del próximo Día Mundial de la paz: "Vence la indiferencia y conquista la paz".
Pero también es violencia levantar muros y barreras para detener a quien busca un lugar de paz. Es violencia expulsar a quien huye de condiciones inhumanas esperando un futuro mejor. Es violencia descartar a los niños y a los ancianos de la sociedad e incluso de la vida. Es violencia hacer más grande el foso que existe entre quien malgasta lo que es superfluo y quien no tiene ni siquiera lo más necesario.
En este mundo nuestro, la fe en Dios hace que creamos y que gritemos que la paz es posible. Como creyentes estamos llamados a recuperar aquella vocación universal por la paz que contienen nuestras distintas tradiciones religiosas, y a reproponerla con valentía a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo. Y reafirmo cuanto dije a ese respecto en Tirana hablando a los líderes religiosos: "La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar en nombre de Dios es inhumano" (Discurso en el Encuentro interreligioso).
Queridos amigos, afirmar que la paz siempre es posible no es una afirmación ingenua, sino que manifiesta nuestra fe de que para Dios no hay nada imposible. Evidentemente, es necesaria nuestra participación personal y la participación de nuestras comunidades para el gran trabajo de la paz. Que de la tierra de Albania, tierra de mártires, pueda surgir una nueva profecía de paz. Me uno a todos ustedes para que, en la variedad de las tradiciones religiosas, podamos continuar viviendo la pasión común por el crecimiento de la convivencia pacífica entre todos los pueblos de la tierra.
Vaticano, 29 de agosto de 2015
Día de recuerdo del martirio de san Juan Bautista.