La Providencia me trae a Asís semanas después del asesinato del padre Jacque Hamel, después de decir misa, a manos de dos jóvenes que afirmaban ser de fe islámica. Sin duda el Espíritu de Asís está presente y da frutos en todo el mundo. Pero el misterio del mal parece que quiere superar y turbar este camino.
Ahora querría pedir la gracia de continuar el camino de diálogo, un diálogo que sea más fuerte y más verdadero, más interior. Pido cuatro gracias:
1. Pido a Dios, por intercesión de san Francisco y del padre Jacques Hamel, la gracia del perdón. ¿Perdonar a los asesinos? No es tan difícil perdonar a dos asesinos, pero los mandantes, todos aquellos que los alientan, que aprueban su actuación, eso es más difícil. Que se cumpla la palabra de Jesús: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
2.Cuando los líderes del Estado Islámico mueren por un bombardeo, ¿qué pienso?: "¿Reciben lo que merecen?" "¿Por fin hemos eliminado a alguno?"
¿O nos preguntamos qué les pasará cuando se presenten ante Dios? ¿Soy yo capaz de orar por su salvación? ¿Soy capaz de amarles? Yo pido la gracia de amarles como hermanos, es decir, de volverles a ver en el Reino de los Cielos. Que la Palabra de Dios nos incite: "Yo les digo: amen a sus enemigos" (Mt 5,44).
¿O nos preguntamos qué les pasará cuando se presenten ante Dios? ¿Soy yo capaz de orar por su salvación? ¿Soy capaz de amarles? Yo pido la gracia de amarles como hermanos, es decir, de volverles a ver en el Reino de los Cielos. Que la Palabra de Dios nos incite: "Yo les digo: amen a sus enemigos" (Mt 5,44).
3.El Padre Jacque Hamel pertenece a la estirpe de los mártires. Él es beato, dice el papa Francisco. Pero todavía no ha sido beatificado. Recibo cartas que así lo piden, algunos me incitan a pedir la dispensa de los cinco años. Yo pido la gracia de que el reconocimiento del martirio no sea una bandera enarbolada para luchar y condenar, sino la alegría de dar gracias por el don de un sacerdote que ha dado su vida como Cristo. Que la Palabra de Jesús viva en mí: "Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 17).
4.Por último pido la gracia de un diálogo en la verdad con mis amigos musulmanes.
Surgen preguntas sobre la posibilidad de convivir. En la vida social y familiar, todo es compatible entre nuestras religiones.
Me gustaría también preguntarles, con infinito respeto, a propósito de su sumisión a dios que está más allá de la humanidad. ¿Lo que ellos perciben de Dios no es de un carácter tan absoluto que toda realidad, incluso la vida humana, no tendría importancia alguna?
Querría al mismo tiempo, dar testimonio de mi fe en Dios que se ha hecho hombre en Jesús: él entró en la humanidad y también en sus límites. Qué hermoso misterio: Dios que eleva al hombre a la dignidad divina y, al mismo tiempo, se mezcla con su historia caótica?
Pido estas gracias, no sin manifestar mi reconocimiento por las que ya he recibido tras el ofrecimiento de la vida del padre Jacques Hamel. No hay más que recordar la visita de muchos musulmanes a nuestras asambleas dominicales el 31 de julio. Era como una familia que iba a visitar a una familia de luto, y eso es algo bueno. Nosotros pertenecemos a la misma familia humana, prometidos, por tanto a la misma familia divina. Mediante Jesucristo.