Queridas amigas y queridos amigos de la paz cercanos y lejanos,
Como obispo católico de Osnabrück les saludo con gran alegría en este lugar histórico al término de nuestro encuentro de paz de este año.
El 25 de octubre de 1648 en Münster y Osnabrück –precisamente aquí– se anunciaba la Paz de Westfalia que ponía fin a treinta años de sangrientos enfrentamientos. Largas y duras negociaciones abrieron finalmente el camino de la convivencia de las confesiones y de los poderes políticos. Este camino tuvo un importantísimo significado para la historia alemana y europea, y también fuera de este continente.
Llena de agradecimiento y de alegría, la gente cantó entonces el canto coral "Bendice, alma mía, al Señor, el fondo de mi ser, a su santo nombre... El Señor realiza obras de justicia y otorga el derecho al oprimido". Todos sabemos que aquella paz fue muy frágil y que tras su declaración hubo muchas guerras y violencia. Y ha sido así hasta ahora, cuando ya no se trata solo de la convivencia entre las confesiones cristianas sino mucho más que la convivencia entre las religiones: la convivencia entre todos los hombres, tanto sin son seguidores de una religión como si no lo son.
Hoy es 12 de septiembre de 2017. En nuestro mundo sacudido por la violencia, el terror y la discordia, en un tiempo en el que se abusa de la religión para justificar homicidios y atentados, nos reunimos de nuevo aquí, en este lugar de paz de Osnabrück. Personas de todo el mundo han venido aquí con la esperanza y con la fe en el cada vez mayor poder del bien, confiando en el cada vez mayor poder de un Dios que quiere la paz. Y también nosotros queremos cantar: "Bendice, alma mía, al Señor...".
En estos días de encuentro de muchos representantes de las distintas religiones, que provienen también de países políticamente enemigos entre ellos, aumenta el anhelo de paz y de justicia para el mundo entero. Demuestran de manera patente la grandísima fuerza positiva de las religiones para una convivencia pacífica de todos los hombres. De hecho, precisamente hoy las redes de paz –que también nosotros aquí tejemos gracias a la valiosísima ayuda de la Comunidad de Sant'Egidio–, precisamente hoy esas redes de paz son indispensables para la supervivencia del mundo, una paz que las despiadadas redes de injusticia, violencia y terror han puesto en peligro.
Aquí se tejen redes de amistad para hacer frente a las inquietantes redes del mal, que nos aterrorizan cada día. Aquí, entre nosotros, hombres de todo origen y cultura se ponen en red para hacer realidad un futuro mejor para la familia humana y la creación.
Toda religión, toda comunidad que se siente responsable de la humanidad y de la naturaleza frente al rostro de alguien más grande –del Más Grande, diría– contribuye de manera inestimable a la visión de la paz en la justicia. Somos plenamente conscientes de todo ello gracias al encuentro mundial por la paz. El papa Francisco, en su mensaje para el 50 Día Mundial de la Paz de 2017, destacó una vez más con fuerza: "Ninguna religión es terrorista. La violencia es una profanación del nombre de Dios. No nos cansamos de repetir que el nombre de Dios nunca puede justificar la violencia. Solo la paz es santa. Solo la paz es santa, no la guerra... Comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz".
Todos podemos ser artesanos de la paz. De corazón les doy las gracias a todos ustedes, que contribuyen a la edificación de la paz en el mundo. Espero realmente que se vayan de Münster y Osnabrück con un gran impulso para promover esta causa. Sí, guardemos también al volver a nuestras casas y en nuestra vida cotidiana la profunda confianza en Dios, que se canta en el canto coral de 1648, y que terminaba con las siguientes palabras: "Lo obtendremos en lo más profundo de nuestro corazón". Esta es nuestra esperanza: ¡nosotros obtendremos la paz! Gracias a todos los que han hecho posible estos encuentros.
¡Que la bendición se extienda sobre este tiempo y desde aquí llegue a todo el mundo! ¡Benditos sean quienes se han reunido aquí para derrotar el odio y la discordia! ¡Que la bendición de Dios, que sobrepasa toda comprensión, les dé fuerza y les acompañe!