EL GRITO
En estos días de diálogo y de oración hemos lanzado un grito: "NUNCA MÁS LA GUERRA".
Es el grito que sale de mi ciudad, Alepo, y de todas las ciudades heridas por la violencia y los conflictos. Es el grito de los niños, de las mujeres, de los refugiados que esperan la paz.
Es el grito del papa Pablo VI, del papa Juan Pablo II y del papa Francisco: "NUNCA MÁS LA GUERRA".
Es el grito de Dios: "NO MATARÁS, no harás la guerra". Porque la guerra siempre es una masacre inútil. Masacre de personas humanas, de la cultura, de la civilización, de la naturaleza, del medio ambiente y de todo lo hermoso que existe. Destruye ciudades de convivencia secular, como nuestra querida y hermosa Alepo.
¡Qué sucia es la guerra! Provoca muchos males y es la fuente de muchos intereses, como el comercio de armas, cada vez más sofisticadas y letales: y lo más infame es que la guerra se libra en nombre de Dios.
Todos hablan de paz, "cuando en realidad no hay paz" (Jr 6,14).
La guerra no se combate con la guerra, no se gana con la guerra. La guerra se gana con el diálogo, se gana con el perdón, con la reconciliación y con la voluntad de empezar una nueva vida caminando por nuevos caminos de paz.
Este es nuestro sueño, el sueño de la Comunidad de Sant'Egidio, el sueño del pueblo sirio y de todos los pueblos en guerra; el sueño de Alepo que espera que vuelvan sus obispos y sacerdotes secuestrados, según la gran visión del profeta Isaías: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra" (Is 2,4).
¡NUNCA MÁS LA GUERRA!