Hombres y mujeres de religiones distintas nos hemos reunido por invitación de la Comunidad de Sant’Egidio, de las iglesias ortodoxa y católica y de las comunidades islámica y judía en esta tierra, hermosa pero herida por la última guerra librada en Europa. Muchos en Sarajevo recuerdan aquel doloroso conflicto. Todos en Sarajevo, y todas las comunidades religiosas y nacionales, nos recuerdan a todos que la guerra es un gran mal y deja una herencia envenenada. Hay que evitar con todas las fuerzas caer en la espiral terrible del odio, de la violencia y de la guerra. El vecino no debe terminar luchando contra su vecino porque pertenece a otra religión o a otra etnia. ¡Que no pase nunca más en esta tierra! ¡Que no pase nunca más en ningún lugar del mundo!
Nos hemos preguntado: ¿la convivencia entre gente de religión o de etnia diferente conlleva los gérmenes del odio y de la violencia? No. No tiene porqué ser así. Aunque, por desgracia, demasiados países sufren a causa de la violencia, la guerra y la inseguridad. Estamos en un tiempo en el que cada vez más gente diferente se acerca geográficamente. Pero eso no basta. Hay que acercarse en lo profundo. Hay que hacerlo espiritualmente a pesar de la diferencia de las religiones.
Somos distintos. Pero nuestra unánime convicción es que convivir con gente diferente es posible en cualquier lugar del mundo, y es muy fecundo. Es posible en Sarajevo y en cualquier lugar. Hay que preparar con responsabilidad el futuro. Grande es la responsabilidad de las religiones a ese respecto. Estos días en Sarajevo hemos vivido la gracia del diálogo y hemos visto cómo construir el futuro.
En cambio, hoy, en un tiempo de crisis económica, es fuerte la tentación de cerrarse, e incluso de culpar a los otros pueblos de los problemas propios, los del pasado o los del presente. De ese modo un pueblo se convierte para otro pueblo en extranjero o enemigo. Se desarrollan peligrosas culturas del resentimiento, del odio y del miedo. Pero ningún pueblo es enemigo: ¡todos han sufrido, todos tienen una alma buena! ¡Todos pueden convivir!
Las religiones tienen una gran labor: hablan de Dios al corazón del hombre y lo libran del odio, de los prejuicios, del miedo, y lo abren al amor. Cambian al hombre y a la mujer desde dentro. Las religiones pueden enseñar a todo hombre y a toda mujer y a los pueblos el arte de convivir a través del diálogo, la estima recíproca y el respeto de la libertad y de la diferencia. De ese modo pueden crear un mundo más humano. Porque somos todos iguales y todos diferentes.
Hay que tener una nueva valentía frente a las dificultades. Mirando lejos, se debe crear en el diálogo una lengua hecha de simpatía, de amistad, de compasión. Esta lengua común nos permite hablar entre nosotros, viendo la belleza de las diferencias y el valor de la igualdad. Convivir en paz es voluntad de Dios. El odio, la división, la violencia, las masacres y los genocidios, no provienen de Dios. Pidamos a Dios en la oración el don de la paz. ¡Sí, que Dios conceda al mundo y a todos nosotros el gran don de la paz!
Sarajevo, 11 de septiembre de 2012