En 2017 los inmigrantes eran el 3,4% de los habitantes del mundo. En casi 60 años el aumento de los migrantes a nivel global ha sido más bien contenido, menos del 1%. El banco mundial comenta el dato con las siguientes palabras: "los índices de migrantes como porcentaje de la población global no han variado prácticamente durante más de 50 años a causa del fuerte efecto disuasorio de las fronteras nacionales, de las distancias, de las diferencias culturales y del obstáculo de la lengua". Es decir, no estamos ante una invasión de inmigrantes.
El espectro de Europa son las migraciones del África subsahariana
La invasión de los africanos subsaharianos es el espectro de muchos políticos europeos y especialmente los de los países denominados Visegrad, aunque también de algunos de los países del Centro de Europa, Austria e Italia. Este miedo ha coincidido, en parte, con el mayor flujo de migrantes del 2015-2016.
Especialmente se teme el aumento demográfico de algunos países del Sahel. Según la teoría física de los vasos comunicantes, y en vista de las proyecciones demográficas que indican que los países subsaharianos pasarán de los actuales 970 millones a los 2.200 millones de habitantes en 2050, hay miedo de que muchos jóvenes africanos inunden Europa. Los estudiosos, los demógrafos del INED, los economistas del Banco Mundial y del FMI rebaten esta teoría con 3 consideraciones.
1.La pobreza, los africanos de los países subsaharianos emigran poco a causa de su pobreza. Quien conoce a los migrantes –y yo misma soy testigo de ello– sabe que emigra quien es más rico, quien ha estudiado, quien tiene la capacidad de organizar un viaje. Esta es una verdad profunda, también para quienes se ven obligados a huir a causa de la guerra. Los más pobres se quedan siempre en los campos de refugiados africanos. Lo hemos visto también con los corredores humanitarios, que pusimos en marcha desde Etiopía. En la enorme área de los campos de refugiados de los sursudaneses de Gambela –más de 500 mil personas– los refugiados no quieren emigrar.
2.Los que hoy emigran, en un 70%, se desplazan a otro país subsahariano y solo el 15% se dirige a Europa. Los demás van a países del Golfo o a América del Norte.
3.Por último, según las proyecciones demográficas de la ONU, los migrantes subsaharianos aumentarán en el norte del mundo y, por tanto, también en Europa, aunque serán minoritarios. En 2050 los estudiosos prevén que serán hasta un 4% de la población.
Esta insistencia en los datos es para poner en un plano real el debate sobre las migraciones. Una manera irracional, asustada, instrumental, de hablar del tema compromete gravemente no solo el futuro de quien viene a Europa en busca de salvación o de una vida mejor, sino que corre el peligro de comprometer también el futuro de los italianos y, más en general, de los europeos.
El Banco Mundial, uno de los más acertados observadores demográficos, publicó hace unos meses el informe "En Movimiento hacia la Prosperidad: Migraciones globales y mercado laboral", con un subtítulo muy significativo: "Las migraciones internacionales pueden contribuir enormemente a poner fin a la pobreza en el mundo". El informe demuestra que las migraciones han permitido que millones de seres humanos salgan de la pobreza y estimulen el crecimiento económico de los países de partida y de llegada. "Es tarea de los estados, según el informe, gestionar con políticas sensatas para el recurso de la inmigración sea en beneficio de todos".
Mucho de nuestro futuro, dependerá de cómo sepamos abordar de manera positiva el fenómeno de las migraciones. Quisiera brevemente centrar nuestra atención en algunos países. Polonia, Alemania e Italia. Polonia es un país rico, tiene un buen PIB, uno de los más altos de la Unión Europea (el 4,7% en 2017), y para mantenerlo tiene una extrema necesidad de trabajadores, que no tiene en su interior. Calcula que necesita unos 4 millones de trabajadores extranjeros para 2030. De los últimos datos de Eurostat se deduce que en Polonia se expidieron en 2017 casi 700 mil (683.228) nuevos permisos de trabajo . Se trata casi únicamente de ciudadanos ucranianos. Polonia, pues, busca trabajadores, pero los quiere elegir de manera selectiva: armenios, bielorrusos, georgianos, moldavos, rusos y ucranianos en nombre de la afinidad cultural. Por otra parte, intenta atraer a filipinos católicos con acuerdos bilaterales. Los migrantes, por otra parte, consideran Polonia un país de tránsito. Los ucranianos o las ucranianas entran al país, obtienen el permiso de residencia, trabajan unos meses y vuelven a su país o van a otro país europeo, y las georgianas hacen lo mismo. Para los migrantes, Polonia no parece un país para asentarse, sino más bien un trampolín hacia otros países.
La riqueza actual de Polonia es el fruto de haber sido en las décadas anteriores un país de fuerte emigración. De hecho, se ha convertido en un país rico, entre otros motivos, gracias a las remesas de sus emigrantes. En 2016 –último dato disponible– entraron 3000 millones de euros de ciudadanos polacos que habían emigrado a otros países europeos.
Quisiera ahora hablar sobre Alemania, que, en Europa, es el país más atractivo para los inmigrantes, y el segundo a nivel mundial por número de inmigrantes acogidos: más de 9 millones. Entre las 5 primeras nacionalidades que viven en Alemania encontramos en el primer puesto a los históricos turcos, seguidos de los polacos, los sirios de reciente inmigración, los italianos y los rumanos. Alemania es el país que ha tenido el mayor impacto de la crisis migratoria de 2015-2016 cuando en dos años acogió a más de un millón de refugiados. A diferencia de Polonia, Alemania acogió a los inmigrantes sin haber elegido países de proveniencia por afinidad cultural e invirtió mucho en integración. Solo en 2017 dedicó 20 mil millones de euros para fomentar itinerarios de inserción. La agencia federal alemana de trabajo afirma que solo en el primer semestre de 2018 más de 300 mil refugiados encontraron trabajo, la mayoría con un contrato indefinido, y además, 38 mil refugiados van a la universidad. Los recién llegados, que reciben ayuda en su itinerario de integración, en poco más de dos años se convierten en un poderoso recurso para Alemania, y al mismo tiempo, son una oportunidad para sus países de origen.
Pero desde 2017 hasta la actualidad los solicitantes de asilo han disminuido drásticamente en toda Europa y especialmente en Alemania, a causa, entre otras cosas, del cierre de las fronteras en algunos países europeos, como Italia. Los refugiados que llegan ya no son suficientes para suplir la falta de trabajadores. La semana pasada salía la noticia de que el ministro del Interior presentó una nueva ley para la entrada de migrantes económicos, a través de cuotas: las necesidades de Alemania que ha calculado el sector empresarial en pocos años será de 1.600.000 trabajadores.
Como conclusión, si comparamos estos dos países, podemos decir que más allá de consideraciones ideológicas, se ve con fuerza que tanto en Alemania como en Polonia no se puede prescindir de la necesidad apremiante de trabajadores inmigrantes, sin distinción entre refugiados e inmigrantes económicos. Los trabajadores, está demostrado, no llegan en cantidad adecuada de otros países europeos –cabe pensar en el rápido proceso de envejecimiento de la población europea– y por tanto hace falta abrir vías legales de entrada desde otros continentes. Una última consideración –no poco importante– sobre el caso alemán es que la inmigración –independientemente del país de origen– puede convertirse a corto plazo en un recurso si los estados optan por políticas "sensatas", tal como declara el Banco Mundial.
Como última anotación –no de menor importancia– quisiera citar la preocupante crisis demográfica que vive Europa y especialmente los países citados: Polonia, Alemania e Italia. Se prevé que los italianos, por ejemplo, en 2050 serán 58 millones de habitantes, aproximadamente dos millones menos que ahora. Las personas con más de noventa años serán un 3% de la población. Por eso deberíamos hablar de emergencia demográfica y no de emergencia de inmigración.
Los corredores humanitarios
Quisiera ahora poner otro ejemplo de política sensata, seria y solidaria: los corredores humanitarios. En esta sala están presentes todos los protagonistas: las asociaciones que los han impulsado, las personas que los acogen y los refugiados que han sido acogidos. Los saludo a todos con gran alegría.
Los corredores humanitarios representan una vía legal de entrada para potenciales solicitantes de asilo. Son una manera de permitir la entrada de manera segura para los refugiados, y para garantizar la seguridad a los ciudadanos que los acogen: Italia, Francia, Bélgica, y a partir de la semana que viene también el pequeño principado de Andorra, que acogerá las primeras familias.
La novedad más clamorosa de esta propuesta de intervención es que surge del mundo de la sociedad civil. La Mesa Valdense, la FCEI, la CEI, Cáritas italiana, Migrantes, la Comunidad Papa XXIII y la Comunidad de Sant’Egidio.
Los corredores humanitarios están en funcionamiento en el Líbano desde diciembre de 2015, después de suscribir dos protocolos con el gobierno italiano, para acoger a 2000 refugiados vulnerables, mayoritariamente sirios, 1300 de los cuales ya han llegado a Italia (100 más llegarán a finales de octubre).
En enero de 2017 se suscribió otro protocolo para 500 refugiado somalíes, sursudaneses y eritreos provenientes de Etiopía. A finales de octubre habrán llegado poco menos de 400. En Bélgica han llegado unos 100 y en Francia, unos 200. En total a finales de noviembre habrán llegado a Europa 2076 refugiados, y solo en Italia, 1775.
Algunos podrían decir: "sí, sí, pero son pocos". Hay que recordar que programas similares como el reasentamiento del gobierno italiano, ha llegado en el mismo periodo a 1700 refugiados, en España 1400 refugiados y en Austria 1900. Cabe tener en cuenta que a diferencia de los programas gubernamentales, los corredores humanitarios son un programa de patrocinio privado y todo el itinerario desde la selección de los refugiados en los campos, hasta la acogida en los países de destino corre a cargo de asociaciones que los acogen, los gobiernos no hacen ninguna aportación económica. Este es un valor añadido no poco importante.
Los corredores humanitarios son, pues, una propuesta concreta, posible, replicable, en un periodo difícil en el que dominan los miedos hacia los refugiados y los inmigrantes y son también una respuesta para quienes desean vivir el principio de la solidaridad y no sucumbir a la "globalización de la indiferencia", como la llama el papa Francisco. Quisiera, pues, dar las gracias a todos aquellos que de maneras diferentes han acogido, enseñado o acompañado a muchos refugiados. En Italia hemos contado que son más de 9000 en dos años. 9000 italianos, en 98 ciudades y 17 regiones, que se han puesto al servicio de niños, mujeres y hombres, y junto a ellos muchos mediadores culturales, migrantes de primera generación que han querido dar su ayuda y su apoyo. Muchos han abierto sus casas, particulares, pequeñas asociaciones, institutos religiosos, parroquias. Existe una Italia hermosa y solidaria que ha superado el miedo y, acogiendo, se ha abierto al mundo.
Una primera conclusión es que a través de los corredores humanitarios se ha llegado, aunque en cantidades inferiores, a los mismos resultados que en Alemania. En un universo de poco más de 1000 refugiados que han llegado provenientes del Líbano, hemos visto que si el itinerario de integración se sigue bien, desde el primer día de llegada a Italia, los problemas que surgen se resuelven. En una media de dos años las familias son autónomas. Actualmente más de 150 refugiados tienen un empleo estable, algunos ya han abierto actividades por cuenta propia (lavado de coches, barberías, restaurantes), 35 siguen cursos universitarios, y varios de ellos otros cursos profesionales. Los niños y adolescentes van todos a la escuela. Los refugiados de los corredores humanitarios se han convertido en un recurso para los lugares donde son acogidos, incluso hay pequeños pueblos que se han revitalizado, contextos de barrios, zonas, donde acoger a una familia permite reconstruir el tejido de relaciones sociales de los acogedores. Durante el verano visité a varias familias acogidas y todas las personas a las que vi me dijeron en todos los casos que la acogida fue una experiencia positiva, desde el norte hasta el sur de Italia, desde Fossano hasta Meta di Sorrento, solo por citar algunos lugares.
Termino con las palabras de Umberto Eco, que habla a una sociedad europea asustada y en su profundo conocimiento nos ayuda a leer lo que estamos viviendo en una dimensión más amplia que supera el tiempo y las fronteras. Dice Eco: "El problema es que (...) Europa será un continente multirracial, o si se prefiere, con varios colores. Si les gusta, será así, y si no, también". Observa Eco que desde la caída del Imperio romano Europa ha sido el resultado de un mestizaje cultural que ha tenido éxito: "La civilización romana se había convertido en una civilización de mestizos. Los racistas dirán que por eso se rompió, pero tuvieron que pasar 500 años, y creo que ese es un periodo que nos permite también a nosotros hacer proyectos de futuro" . Europa ha sido el resultado de un mestizaje cultural que ha tenido éxito, y eso nos permite resistir y hacer proyectos para el futuro, como el de los corredores humanitarios. Nos permite estar felices por acoger y continuar dando cobijo a los tres extranjeros que pasan por Mambré como hizo Abrahán.