Me llamo Ester y soy de África, de Nigeria.
Llegué a Libia con 23 años y estuve allí 6 años. Pensaba que jamás saldría de aquella cárcel. ¡Es un auténtico infierno!
Cuando salí de mi país, mi único objetivo era salvarme. No se podía salir de manera regular, normal, y por eso pagué a un conocido, que me llevó hasta Libia. El primer lugar donde me retuvieron fue la cárcel de Sabha. Allí empecé a entender que estaba en peligro, en un lugar donde no había seguridad, donde nadie podía ayudarme y donde muchas veces nos trataban sin ningún tipo de humanidad, como a esclavos.
En aquellos seis años sufrí de todo: violencia, maltratos y secuestros. Me llevaron al centro de detención de Trípoli. Éramos muchas mujeres, no había ventanas, dormíamos todas en el suelo y había muy poco que comer: a menudo solo nos daban pan y agua sucia una vez al día. A veces se llevaban a algunas y las oíamos gritar mientras las torturaban. Era terrible. Vi morir a gente a mi lado. Adelgacé tanto y me sentía tan mal que hasta mis carceleros pensaban que estaba a punto de morir. Entonces me dejaron libre. Cuando algunos de nosotros tienen la posibilidad de irse en una barca lo ven como una liberación de las torturas que sufrimos. Nos da mucho miedo cruzar el mar. Casi ninguno de nosotros sabe nadar, pero el riesgo de morir en el mar es mejor que el sufrimiento de los campos de detención.
Cuando estaba allí le pedía a Dios que me salvara y tuve la gracia de que me incluyeran en un viaje de los Corredores humanitarios desde Libia. Así, en julio llegué a Roma con la Comunidad de Sant’Egidio.
No se pueden imaginar la alegría que sentí cuando, estando en Libia, me llamaron por teléfono para decirme que me iría. Es como si se hubiera abierto la puerta del infierno y viera finalmente un poco de luz. Unos ángeles venían a abrir la puerta de la cárcel. Era la salvación para mí y para los que estaban en aquel avión. Viajé con un documento, con un visado y me recibieron con flores y sonrisas. Es la resurrección.
Hoy vivo libre en este precioso país, soy una persona humana y ya no tengo miedo cuando voy por la calle. Estudio italiano y quiero contribuir a la vida de este país.
Doy las gracias por los corredores humanitarios. Hoy quisiera pedir que pudieran recibir esta misma vía de salvación muchas personas que huyen de la guerra, de la sequía y de la pobreza. Les ruego que sigan salvando a muchas personas que hoy están en peligro de muerte. Dios se lo reconocerá.
Gracias