Doris Schaefer
Coordinadora en Europa del ICCPPC (International Commission of Catholic Prison Pastorale Care), Alemaniabiografía
Estimadas Señoras y Señores
Me complace mucho que haya una oportunidad en esta reunión de paz para hacer oír también las voces de los prisioneros. Es importante que los cristianos no olvidemos a los presos. Hacen parte de los pobres con quienes Jesús se identifica en el Evangelio de Mateo: "Estuve preso y me visitasteis".
Los presos necesitan personas que lleven sus palabras al exterior o que les ayuden a poner en palabras lo que sienten y experimentan. Alguien que hizo esto de manera maravillosa y que supo hacerlo porque era un hombre de la Palabra fue el teólogo protestante y luchador de la resistencia Dietrich Bonhoeffer. Él es testigo de que Dios está presente en la cárcel en un modo extraordinario. Antes de ser ejecutado en el campo de concentración, estuvo encarcelado aquí, en Berlín. Sus cartas e sus poemas desde la cárcel reflejan las experiencias de muchos prisioneros.
Bonhoeffer era inocente. Sin embargo, se ve a sí mismo estrechamente unido a todos los presos. Del mismo modo que Jesús se identifica con todos los presos, Bonhoeffer, el pastor, el hombre de buena familia, no permite diferencias. En el poema "Voces nocturnas en Tegel" escribe:
"Nosotros los pobres, nosotros los ricos, iguales en la desgracia,
nosotros los buenos, nosotros los malos, lo que hayamos sido, ...
nosotros los inocentes y nosotros gravemente acusados
profundamente afligidos por una larga soledad...".
La soledad caracteriza a todos. Especialmente durante el primer período en prisión preventiva, el contacto con el mundo exterior es muy limitado. La soledad de los presos cuyos familiares viven en el extranjero o que no hablan la lengua nacional es especialmente grande. Muchos presos pierden su conexión con el mundo exterior durante su estancia en prisión preventiva; se rompen numerosos lazos porque las personas viven en mundos separados.
Incluso la presencia de otros presos no suele ser una respuesta adecuada a la soledad. Hace poco, un preso me dijo: " Cada día construyo muros a mi alrededor más altos que los de la prisión. Cuando recibo malas noticias, me hago la indiferente. Pero por la noche, en la celda, es cuando vienen las lágrimas".
El sufrimiento de los presos es el mismo en todas partes. En total, hay cerca de 1,5 millones de personas encarceladas en Europa. Les voy a presentar algunas situaciones:
Mientras que Noruega ha desarrollado algunas prisiones como modelos de corrección humana, en Suecia las cárceles llevan varios años superpobladas debido a la represión de la delincuencia de bandas. Esto ha cambiado mucho la vida cotidiana en las cárceles. El hacinamiento existe en otros 13 países de Europa. Esto no sólo provoca tensiones crecientes, sino también una peor asistencia sanitaria, lo cual fue especialmente evidente durante la pandemia, así como una falta de formación y empleo o el hecho que haya menos tiempo para preparar la puesta en libertad. Esto es tanto más lamentable cuanto que, de todos modos, estos ámbitos ya son insuficientes en todas partes.
En Malta, en cambio, llegan muchos refugiados. Por lo general, no son delincuentes. Pero por diversas razones constituyen una gran parte de la población reclusa. Se alcanzan porcentajes igualmente elevados o incluso superiores de extranjeros en muchos otros Estados pequeños, donde el porcentaje de presos sin pasaporte nacional oscila entre el 40% y el 75%. Los grandes países de Europa Occidental se sitúan en el 30%, mientras que en la mayoría de los países de Europa del Este el porcentaje es mucho menor. Esta situación me plantea un gran interrogante: muchos de ellos son condenados por actos relacionados con la pobreza de la que proceden; pienso en los gitanos de Rumanía, por ejemplo, o en las mujeres latinoamericanas de las cárceles finlandesas que se dejan abusar como mulas de la droga para alimentar a sus familias. O los muchos traumatizados por su historia de vida o su huida. El pabellón psiquiátrico de la prisión de Würzburg está lleno de ellos. El encarcelamiento no es en absoluto una solución a sus problemas. Y las cárceles tienen dificultades para reaccionar ante los problemas lingüísticos o para tratar con personas de culturas diferentes.
En las cárceles francesas y en otros lugares, la cuestión es cómo atender a los presos musulmanes y cómo evitar que se radicalicen durante la detención. Esto incluye la pregunta aún más importante: ¿cómo dar una nueva orientación y un nuevo apoyo a estas personas desarraigadas y a menudo desesperadas?
No se trata sólo de un problema cristiano. Por eso es importante que todos los actores de la pastoral trabajen juntos. Además de los cristianos, esto incluye cada vez más a los musulmanes o a las iglesias libres, como en Europa del Este. Esto crea a menudo una situación de competencia. En lugar de ello, se debería aprender a compartir entre todos el cuidado de los presos. El Papa Francisco dice en su encíclica "Fratelli Tutti": "Pero debemos unirnos en un 'nosotros' que habita la casa común".
Para ello, los voluntarios son también muy importantes. Forman un puente con el mundo exterior. A menudo se ocupan de las necesidades concretas de los presos. Por fin pueden mantener una conversación normal con ellos. Y vienen porque se preocupan por los presos. La gratuidad desempeña un papel enorme.
Otro problema realmente grave son los suicidios. Por término medio, 5 de cada 10.000 presos se suicidan cada año en Europa, mientras que la tasa de suicidio de la población normal es de 1 por cada 10.000 personas. Además, hay bastantes intentos de suicidio y aún más pensamientos suicidas. Muchos hacen balance. Sienten que su crimen forma parte de una historia de fracasos sin fin. La imposibilidad de distraerse o de hablar con alguien les lleva a sentir desesperanza.
En febrero de este año se produjo el primer suicidio asistido en una cárcel suiza. Un preso había reclamado para sí el mismo derecho que tienen los ciudadanos suizos libres.
La capellanía de prisiones de Suiza ha publicado una declaración al respecto. Señalan que la muerte en prisión siempre está cargada de miedo. Cada muerte de un compañero de prisión provoca ondas de choque y muchos presos se dejan llevar por el temor de que un familiar pueda morir durante su encarcelamiento. La declaración subraya que la situación de los detenidos es tan diferente de la de los que viven fuera que el mismo derecho constituye una desigualdad en este caso. En prisión, uno no puede tomar decisiones libremente. La presión psicológica es a menudo enorme, la visión de los prisioneros es limitada. No se puede hablar con familiares o amigos.
Conceder a un preso el derecho al suicidio equivale a admitir que no se le puede ofrecer una alternativa humana a su situación desesperada y sin salida.
También Bonhoeffer conoció la angustia mental. Sin embargo, hizó la experiencia de un alivio de sus apuros, por lo que termina una lista con la observación: "Superación en la oración".
La cárcel es, en efecto, un lugar de oración. Y es un lugar de preguntas. Conozco pocos lugares en los que la gente se pregunte tan intensamente sobre la vida, sobre el sentido de la vida, sobre la culpa y el perdón, sobre el apoyo y la ayuda, sobre los poderes que determinan la vida.
Aunque los presos a menudo vivían antes en un entorno en el que había poco contacto con la religión y la iglesia, no carecen de un cuestionamiento profundo sobre la salvación, o del deseo de llegar a conocer a Dios y ser aceptados por él. En la prueba que es el encarcelamiento, estas preguntas a menudo irrumpen con fuerza.
En la cárcel, muchos, que hayan estado antes en círculos eclesiásticos o que tuvieran poco o ningún conocimiento del Evangelio y de la vida como cristianos, empiezan a comprender el poder de la Biblia y a vivir la fe de forma nueva. El propio Bonhoeffer comprendió mejor el significado de la Navidad.
El 17 de diciembre de 1943, escribió a su casa: "Probablemente muchos en esta casa celebrarán una Navidad más significativa y genuina, ... que Dios se dirige precisamente allí donde los hombres suelen apartarse, que Cristo nació en un establo porque de otro modo no encontraba sitio en la posada - un preso entiende esto mejor que nadie y es una noticia verdaderamente buena para él, y al creer, sabe que está colocado en la comunidad del cristianismo que trasciende todas las fronteras espaciales y temporales y los muros de la cárcel pierden su significado."
Hay algo bueno en cada ser humano, un reflejo del amor de Dios.
La judía Etty Hillesum, que también fue encarcelada por los nazis, escribió en su diario: "La miseria es realmente grande", y sin embargo sigue brotando en mi corazón: "La vida es algo glorioso y grande..., cada crimen más, cada crueldad más, debemos contrastarla con otro poco de amor y bondad que debemos conquistar en nuestro interior".
¿Qué pueden hacer los presos por la paz, nos preguntaremos? ¿Acaso no están enredados algunos de ellos en guerras a pequeña escala que han instigado o de las que han sido víctimas?
Y, sin embargo, podemos aprender de ellos que en cada ser humano, incluso en aquellos que han cometido un crimen atroz, se esconde un reflejo de la bondad de Dios. Podemos aprender a conquistar cada día un poco de amor y de bondad en nosotros mismos. Bonhoeffer termina su poema citado al principio con un llamamiento de los presos:
"¡Hermano, te buscamos, te llamamos!
Hermano, ¿me oyes?".
Siento que es una interpelación – a mí personalmente, que, como muchos otros, tengo el privilegio de servir en la cárcel – , pero también a todos nosotros. ¡Muchas gracias!