A los participantes en el Encuentro internacional por la Paz organizado por la Comunidad de Sant'Egidio
París, 22-24 de septiembre de 2024
Queridos hermanos y hermanas, me alegra especialmente saludarles a todos, representantes de las Iglesias y de las comunidades cristianas, de las grandes religiones del mundo, y a las autoridades presentes. Doy las gracias a la Comunidad de Sant’Egidio que, con pasión y audaz creatividad, sigue manteniendo vivo el Espíritu de Asís. Han pasado 38 años desde 1986, fecha del primer encuentro de oración por la paz. Desde entonces, muchos actos han marcado la historia del mundo: la caída del muro de Berlín, el inicio del tercer milenio, el ascenso de los fundamentalismos y los nmerosos conflictos que han afectado al planeta, así como los increíbles desafíos del cambio climático, la llegada de las tecnologías, emergentes y convergentes, y de las pandemias que han afectado a la humanidad. Estamos en medio de un cambio de época, cuyas repercusiones todavía no conocemos.
Pero cada año, ustedes, representantes de las grandes religiones mundiales, hombres y mujeres de buena voluntad, se hacen peregrinos en distintas ciudades de Europa y del mundo para mantener vivo este espíritu. Hacen actuales las palabras que mi antecesor san Juan Pablo II pronunció en la llanura de Asís al término de aquella jornada memorable: “Quizás nunca como ahora en la historia de la humanidad ha sido tan evidente para todos la relación intrínseca entre una actitud auténticamente religiosa y el gran bien de la paz... Juntos hemos llenado nuestra mirada con visiones de paz que liberan energías para un nuevo lenguaje de paz, para nuevos gestos de paz, gestos que romperán las cadenas fatales de las divisiones heredadas por la historia o creadas por las ideologías modernas. La paz espera a sus artífices”. (Discurso a los representantes de las iglesias cristianas y comunidades eclesiales y de las religiones mundiales, Asís, 27 de octubre de 1986).
El espíritu de Asís es una bendición para el mundo, para este mundo aún roto por demasiadas guerras, por demasiada violencia. Este “espíritu” debe soplar más fuerte aún en los pliegues del diálogo y de la amistad entre los pueblos.
Este año, hacen ustedes parada en París: se han reunido esta tarde frente a la catedral que se prepara para reabrir sus puertas a la oración tras el dramático incendio. Debemos rezar por la paz. El riesgo de que muchos conflictos en lugar de terminar se extiendan peligrosamente es más que concreto. Hago mío su grito y el de tantas y tantas personas que sufren la guerra, y lo dirijo a los dirigentes políticos: ¡paren la guerra! ¡Paren las guerras! ¡Estamos destruyendo el mundo! ¡Paremos mientras estemos a tiempo!
Que este encuentro haga que todos los creyentes descubran la vocación de hacer crecer hoy la fraternidad entre los pueblos. En el pasado, demasiado a menudo, las religiones se utilizaron para alimentar los conflictos y las guerras. Hoy es un peligro aún inminente.
Repito a todos la convicción que me unió al gran imán Ahmad Al-Tayyeb: “las religiones nunca incitan a la guerra y no solicitan sentimientos de odio, hostilidad, extremismo ni invitan a violencia o derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos de hombres de religión que han abusado –en algunas fases de la historia– de la influencia del sentimiento religioso que hay en el corazón de los hombres” (Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia humana, Abu Dhabi, 4 de febrero de 2019). Debemos mantener alejadas las religiones de la tentación de convertirse en herramientas que alimenten el nacionalismo, el etnicismo y el populismo. Las guerras se intensifican. ¡Ay de aquellos que intentan arrastrar a Dios a las guerras!
La tarea urgente de las religiones es impulsar visiones de paz, como demuestran ustedes estos días en París. Hombres y mujeres de culturas y confesiones distintas viven la experiencia de la fuerza y de la belleza de la fraternidad universal. Es la visión que hoy necesita el mundo. Les exhorto a continuar: sean trabajadores de paz. Mientras muchos siguen haciendo la guerra, todos podemos trabajar por la paz. En la encíclica Fratelli Tutti exhorté a los creyentes a ofrecer su “aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad”. El diálogo entre personas de religiones diferentes no se hace solo por diplomacia, cortesía o tolerancia. Tal como enseñaron los obispos de India, “el objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor” (nº 271).
En este horizonte se coloca la exhortación de este encuentro de París, “Imaginar la paz”. Hay que encontrarse, hay que tejer lazos fraternos y dejarse guiar por la inspiración divina que habita en toda fe para imaginar juntos la paz entre todos los pueblos. Es necesario encontrar “espacios para dialogar y actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres” (idem, nº 282). Sí, en un mundo que corre el peligro de quedar roto por los conflictos y las guerras, el trabajo de los creyentes tiene un valor inestimable para indicar visiones de paz y favorecer en todo el mundo la fraternidad y la paz entre los pueblos.
Ilustres representantes de las Iglesias y Comunidades cristianas y de las grandes religiones del mundo, hombres y mujeres de buena voluntad que participan en este encuentro, hoy, más que en el pasado, el gran trabajo de la paz está también en sus manos. Se nos ha pedido sabiduría, audacia, generosidad y determinación. Dios también nos ha confiado su sueño para el mundo: la fraternidad entre todos los pueblos.
En mis encíclicas Laudato sii y Fratelli tutti imaginé el futuro se nuestro mundo: una sola casa (nuestro planeta) y una sola familia (la de todos los pueblos). Todos hemos recibido de Dios la responsabilidad de exhortar y animar a los pueblos a la fraternidad y a la paz.
Roma, San Juan de Letrán, 17 de septiembre de 2024
[Traducción no oficial a cargo de la redacción española]