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Andrea Riccardi

Historiador, Fundador de la Comunidad de Sant'Egidio
 biografía

Queridísimos amigos,

al término de este encuentro en el espíritu de Asís, quiero manifestar mi más sincero agradecimiento a las autoridades, a los amigos albaneses que lo han propiciado con su acogida y simpatía. Han hecho realidad el encuentro no solo la Comunidad de Sant’Egidio, sino también la Iglesia ortodoxa albanesa, la Iglesia católica, junto con la comunidad musulmana y la bektashí. Una buena señal del trabajo conjunto.

Celebramos este año el veintinueve encuentro en el espíritu de Asís. Este espíritu es hospitalidad –como ha dicho el rabino Rosen– humana y espiritual del otro: hospitalidad de los problemas del mundo, que genera invocación y acción para hacer realidad la paz. Un espíritu que no envejece, que brota de su antigua fuente en el monte de Asís, y que va por delante de nosotros.

Desde Albania, desde esta parte de Europa, los líderes religiosos reunidos lanzan un mensaje claro y meditado: las religiones consideran santa la paz; por ella rezan y trabajan. Lo hacen sobre todo dirigiéndose al corazón del hombre. Saben –lo ha dicho el querido arzobispo Anastasios– que lo contrario de la paz no es la guerra, sino el egocentrismo, una forma de violencia. Creen que hay que hablar al corazón del hombre, para transformarlo desde el interior, para liberarlo del dominio del yo, del culto de la omnipotencia o de la pereza de la resignación. El cambio empieza por uno mismo y nadie puede impedirlo. Las religiones recuerdan que sin cambiar el corazón no es posible un mundo distinto. De no ser así, un mundo nuevo se convierte rápidamente en el peor de los mundos. Sin la conversión de los corazones y de los comportamientos, no se respeta la creación.

¡Cuántas guerras se han librado para construir un mundo nuevo o para defender un interés particular! ¡Y qué efectos han tenido! Mujeres esclavizadas. Familias sin casa y sin patria. Niños obligados a emprender viajes inhumanos. Y muertos. Muchos muertos. ¡Qué desperdicio de vidas humanas! Nos hemos acostumbrado demasiado fácilmente a ese desperdicio, a las muertes en guerras y a las muertes en los largos viajes de la esperanza!

Desde Tirana surge una exigencia para todos: que nazca, que renazca un gran movimiento de corazones, de mentes, de voluntades por la paz. ¡Sí, un nuevo movimiento por la paz! Es una exigencia que surge de lo más profundo de las religiones. Brota del horror por la guerra. Del grito de muchos que sufren. Un movimiento de paz inspirado por las religiones, que no se resigna a la guerra y al dolor de muchos. Tenaz como una oración que no se cansa, como un sueño que no termina.

Hay que hacer que emerja la voluntad de paz y de bien que hay en los pueblos: no es inútil llamar, pedir, protestar, invocar, porque la paz siempre es posible. Los pueblos europeos, a pesar de sus miedos, han mostrado un rostro más bien acogedor hacia los refugiados. Nos hemos resignado demasiado a que no existan energías buenas en el corazón de los pueblos. Hay que sacarlas a la luz: son una fuerza profunda y escondida. Nosotros queremos continuar enseñando un ideal simple pero decisivo, que es el del espíritu de Asís. Lo digo con las palabras del papa Francisco: “vivir la pasión común para que crezca la convivencia pacífica entre todos los pueblos de la tierra”.

Decía un sabio, que nació en la frontera meridional de Albania en tiempos de guerras nacionales, el patriarca Atenágoras: "Todos los pueblos son buenos... todos necesitan amor. Si son malos, tal vez es porque no han conocido el verdadero amor, el que... irradia luz y vida". Es tarea de las religiones hacer que se conozca el amor que irradia luz y vida, que hace recobrar las ganas de paz, de hospitalidad y de bien.

Existen energías humanas y espirituales para un mundo mejor. Para vencer la guerra. Para hacer realidad un mundo más feliz. ¿Lo hemos olvidado? Las religiones lo recuerdan a una humanidad desmemoriada y asustada. Y con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad, demuestran que la paz siempre es posible. Esta es una fuerte convicción y una gran esperanza que nos permite mirar también hacia los horizontes oscuros y belicosos. Siempre es posible la paz. Hay que buscarla sin miedo.