LLAMAMIENTO DE PAZ
Mujeres y hombres de distintas religiones nos hemos reunido en París con humanistas, pensadores y muchas personas más, llevando en el corazón el dolor de muchos pueblos por las guerras en curso. Hemos tratado de imaginar, en los encuentros y en los diálogos de estos días, un futuro de paz para este mundo. Lo hemos hecho por los que se ven amargamente involucrados en la guerra, por cuantos son golpeados por el terrorismo. Por desgracia hay una resignación difusa ante los conflictos abiertos, que corren el peligro de degenerar en una guerra más grande y arrolladora. En muchas partes del mundo, y también aquí en Europa, se ha perdido el recuerdo del horror de la guerra, herencia de los dos conflictos mundiales del siglo XX, esa herencia que muestra cómo solo la paz es una alternativa humana y justa.
Corremos el peligro de transmitir a las jóvenes generaciones un mundo belicoso, marcado por el terrorismo y la violencia. Corremos el peligro de transmitirles la rehabilitación de la guerra como herramienta para resolver los conflictos o para afirmar los propios intereses. Este es un mundo que se destruye con la guerra y la crisis ecológica. En lo profundo de su tradición y de los tesoros de su sabiduría, las religiones saben que la paz es la vida del mundo. Saben que la guerra en nombre de Dios es una blasfemia. No tienen fuerza militar ni económica. Su fuerza es débil y humilde, pero está llena de esperanza. A través del diálogo, las religiones pueden imaginar la paz. No renuncian a creer que la paz es la mejor condición de existencia para los pueblos; es más, es la única verdaderamente humana y digna.
Por esto, aun siendo conscientes de las complejas implicaciones políticas, hoy pedimos un cambio profundo. Lo pedimos a los responsables políticos, a los señores de la guerra, a todos los pueblos. El cambio es buscar esas vías de paz que existen, aunque estén ocultas en la oscuridad de la guerra. Hemos rogado a Dios que conceda la paz al mundo con un sentimiento unánime. Y hoy, ante la basílica de Notre Dame, quemada y hoy reconstruida, decimos con convicción: ¡Nosotros podemos liberar al mundo del fuego de la guerra y reconstruirlo más pacífico y justo!
París, 24 de septiembre de 2024